Cuando sucede lo que sucede,
dejo de revolver cajones, saltar escombros,
desmigajar recuerdos.
Abro todas las ventanas
y compruebo entonces
que hay dos soles,
dos lunas, dos silencios.
Dejo de mirar hacia adelante o hacia atrás
y sólo miro hacia dentro,
donde habita él y su misterio.
Me olvido de semáforos, relojes,
despedidas, señales.
Cuando sucede lo que sucede,
el celular al sonar se vuelve campanario,
repleto de golondrinas,
y entonces corro, me despliego,
me ovillo, me hago manta y estela.
Y todo, pero todo, tiene un sabor desconocido:
su zumo de varón,
su marea de semen,
su labio de frambuesa.
Consulto oráculos inciertos,
deshojo margaritas solitarias
y hasta veo su rostro en los espejos
Cuando sucede lo que sucede,
decido hacer arder el bosque
con un incendio de poemas.
Y siento que mis piernas se vuelven lentos arcos,
curvados puentes, para que corran sus ríos y simientes.
Y entonces de mi vulva se deslizan hebras de miel
para el encuentro con su boca
Abro los cerrojos, levo los puentes,
dinamito los muros,
e invito al desembarco de sus naves
Le ofrezco lo más tibio, lo más húmedo, lo más cierto,
mi orquídea primitiva.
Cuando sucede lo que sucede,
Él toma de rehén
cada mirada, cada piel,
cada beso, cada gesto.
Y me deja de pie,
desnuda de preguntas,
frente a sus ojos,
con la boca de rosa,
con el plexo de mar,
con el cielo fecundo,
Él me siembra de amor
y deshace mis pétalos.
©Germana Martin